Pensar es más interesante que saber, pero menos interesante que mirar.
Johann Wolfgang Goethe

miércoles, 9 de noviembre de 2011

“Éxodo” de cuentas: nueva forma de protesta contra wall street

Fuente: http://bit.ly/vjz6yi 

 Este sábado en Estados Unidos se celebra el Día del Traslado Bancario, una acción ideada por los activistas disconformes con el sistema financiero para transferir el dinero de sus cuentas en grandes bancos a entidades locales o cooperativas de crédito.

La idea surgió a causa de los planes de Bank of America de imponer un cargo de 5 dólares por el mantenimiento de las tarjetas de débito, una iniciativa muy mal acogida por la parte de la población de EE. UU., que lleva más de un mes protestando contra las grandes corporaciones y la situación económica del país, en el marco del movimiento 'Ocupa Wall Street'.

 Desde el pasado 29 de septiembre, unos 650.000 consumidores transfirieron su dinero a cooperativas de crédito, depositando en cuentas de ahorro un total de 4.500 millones de dólares, según los datos de la Asociación Nacional de Cooperativas de Crédito (ANCC). Sin embargo, estos números pueden aumentar notablemente gracias a dicha iniciativa lanzada por el proyecto 'Move Your Money' (Traslada tu dinero).

 Instrucciones 

 En caso de optar por el traslado de fondos, la ANCC recomienda que al abrir una nueva cuenta bancaria, se inicie con una cantidad pequeña, solo lo necesario para evitar cargos por mantener un saldo bajo y se traslade mes a mes el resto del dinero. Luego se aconseja cerrar la cuenta antigua.

 Una posible bancarrota 

 Los expertos alertan que un pánico bancario de este tipo es capaz de desestabilizar una institución e incluso causar la bancarrota y generar una nueva crisis económica.

 Con esta acción los activistas pretenden expresar su descontento hacia el sistema y demostrar que los consumidores no van a apoyar a las compañías con prácticas avariciosas.

La 'indignación' continúa: otros 84.000 estadounidenses cierran sus cuentas bancarias

Miles de norteamericanos prefirieron cerrar sus cuentas bancarias para transferir su dinero a entidades locales o cooperativas de crédito, en protesta contra el actual sistema financiero en EE. UU. Los expertos alertan que el hecho podría provocar la bancarrota de los grandes bancos. 


 Así, en la página de la red social Facebook más de 84.000 personas expresaron su descontento hacia el sistema y se inscribieron a la acción "el Día del Traslado Bancario", qué acabó el sábado con el cierre de sus cuentas en las grandes corporaciones y compañías ‘con prácticas avariciosas’. 


 ¿Cómo surgió? 


 La idea nació a causa de los planes de Bank of America de imponer un cargo mensual de 5 dólares por el mantenimiento de las tarjetas de débito, una iniciativa muy mal acogida por la parte de la población de EE. UU., que lleva más de un mes protestando contra las grandes corporaciones y la situación económica del país, en el marco del movimiento 'Ocupa Wall Street'. 


 “Estoy agotada y cansada del aumento continuo de recaudaciones y de que en el momento necesario no pueda recibir mi dinero”, declaró una de los organizadores de la acción, Kristen Christian, que antes de que Bank of América anunciara esta cuota, había sido una de sus clientes. 


 Desde el pasado 29 de septiembre, la fecha en la que el banco anunció la medida, unos 650.000 consumidores transfirieron su dinero a cooperativas de crédito, depositando en cuentas de ahorro un total de 4.500 millones de dólares, según los datos de la Asociación Nacional de Cooperativas de Crédito (ANCC). 


 ¿La bancarrota se aproxima? 


 Todavía no está claro hasta qué punto el cambio de actitud del sector bancario, con respecto a las comisiones sobre las tarjetas de débito, extinguirá la indignación y la ira que impulsa al movimiento. 


 Los expertos alertan que un pánico bancario de este tipo es capaz de desestabilizar una institución, e incluso causar una bancarrota y generar una nueva crisis económica, teniendo en cuenta que los consumidores están despertando y ven que tienen opciones. 


 Al mismo tiempo, en el tenso ambiente económico que se vive en el país, las cooperativas de ahorro y crédito y los bancos pequeños de momento están disfrutando de la oportunidad y aseguran constituir mejores tasas de interés y un servicio más íntimo. A eso hay que añadir los consejos que dan a los consumidores de cómo pueden transferir sus cuentas sin riesgo alguno 

Los estadounidenses rechazan a Wall Street y al gobierno: encuesta - Animal Político

Fuente: http://bit.ly/v7gNm5


Una nueva encuesta entre el pueblo estadounidense muestra que ni Wall Street ni el movimiento Ocupemos Wall Street suscitan impresiones favorables fuertes. 


http://bit.ly/v7gNm5
 En la encuesta, sin embargo, a los manifestantes les va mejor que a las corporaciones acaudaladas que son objetivo de sus protestas. El sondeo fue realizado por la Universidad de Massachusetts en Lowell y el diario Boston Herald entre 1.005 adultos. 


 Un 35% dijeron que tenían una impresión favorable sobre el movimiento que inició en Nueva York y ganó apoyo mundial. Sólo 16% dijeron lo mismo por Wall Street y las corporaciones grandes. 


 Un 29% tuvieron una impresión favorable sobre el movimiento conservador Tea Party y 21% sobre el gobierno federal. 


 El grupo encuestado se seleccionó al azar y el sondeo se realizó por internet del 28 de octubre al 1 de noviembre. Tuvo un margen de error de más/menos 3,8 puntos porcentuales.


 El mes pasado, un sondeo de The Associated Press-GfK mostró que un 37% de los entrevistados apoyaba a los manifestantes que protestan contra la avaricia de Wall Street. Un 51% dijeron que estaban furiosos por la política en Estados Unidos, por encima del 49% en enero.

Se crea "Acapulco por la paz"



martes, 8 de noviembre de 2011

La crisis de la política liberal - Rubén Martín

Publicado el 7 de noviembre en El Economista Fuente: http://bit.ly/u6JKCU Dos cosas ha dejado en claro el movimiento mundial de protesta conocido como indignado u Ocupa Wall Street: su crítica al sistema económico capitalista y la profunda insatisfacción que hay con el sistema político liberal imperante en el mundo. No hace falta tener en México plazas públicas tomadas (la protesta social se manifiesta de otros modos) para concluir que también aquí hay una profunda insatisfacción con el sistema político. Esta insatisfacción aflora por diversos cauces: el alto abstencionismo que caracteriza los procesos electorales (Felipe Calderón está en el poder con el voto de menos de 15 por ciento de los mexicanos), llamar a anular el voto como medida de castigo a partidos y candidatos, la irritación que existe en contra de la clase política y sus abusos, el desapego a las normas y la creciente desafección al sistema político. No son nada más percepciones. En México somos mayoría quienes nos sentimos insatisfechos con el actual sistema político. Así lo confirma la más reciente entrega del estudio que año con año realiza la corporación Latinobarómetro [http://www.latinobarometro.org/latino/latinobarometro.jsp] sobre el estado y la calidad de la democracia liberal en América Latina. De acuerdo con el más reciente estudio de Latinobarómetro (institución con sede en Chile que desde 1995 mide en América Latina la satisfacción con la democracia en la región), México es uno de los dos países de América Latina menos satisfecho con la democracia, junto con Guatemala. En 2011, 39 por ciento de los latinoamericanos manifestó satisfacción con la democracia. La cifra bajó a 23 por ciento en México. Aunque 55 por ciento de los mexicanos sigue considerando a la democracia como la mejor forma de gobierno, el respaldo a este sistema político ha ido menguando puesto que en 2003 era de 71 por ciento. En ocho años bajó 16 por ciento el porcentaje de mexicanos que considera a la democracia como el mejor sistema de gobierno; en contrate con el conjunto de América Latina que aumentó 8 por ciento en el mismo periodo. Más datos de Latinobarómetro 2011: la mitad de los mexicanos no consideran relevante ni al Congreso (47 por ciento) ni a los partidos (50 por ciento) para el funcionamiento de la democracia. Como decimos coloquialmente los mexicanos: la burra no era arisca. Resulta que 83 por ciento de los mexicanos cree que no se gobierna para bien del pueblo (el promedio en América Latina es de 74 por ciento); además sólo uno de tres mexicanos siente que el Estado en México ha hecho algo por él o por su familia. La falta de confianza hacia el Estado en México es patente: una mayoría duda de las capacidades del Estado para resolver los problemas de delincuencia (61 por ciento), del narcotráfico (65 por ciento) o de la corrupción (66 por ciento). México encabeza la lista de las naciones en las que sus ciudadanos perciben o viven con mayor inseguridad: 42 por ciento de los mexicanos respondieron que han sido víctimas de un delito en este año, contra 33 por ciento en toda América Latina. Además, hay una convicción de que la distribución de la riqueza no es justa; así lo consideran 80 por ciento de los latinoamericanos y 85 por ciento de los mexicanos. De ahí que no sea extraño que una buena parte de los mexicanos considere justificado no pagar impuestos. Según Latinobarómetro, México es el país que tiene la más alta justificación para no contribuir al fisco. En resumen, los datos para América Latina y México desnudan a la democracia y a la política liberal. Existe la percepción de que el actual sistema político no es capaz de procesar las demandas, de llevar a cabo las mediaciones políticas y de resolver los problemas fundamentales de la gente. Más allá de las percepciones y los números, vemos a un sistema político rebasado tanto por las contradicciones entre la clase política profesional, como por la insatisfacción de la sociedad por los resultados que ofrece el Estado. El actual sistema político liberal, basado en el sistema de representación mediante elecciones y partidos, está agotado. Es necesario explorar y pensar nuevas formas de hacer política que configuren un nuevo sistema político más allá del Estado y del capital

Broke - Story of stuff

Why there's still plenty of money to build a better future

lunes, 7 de noviembre de 2011

La globalización de la protesta - Stiglitz


Joseph E. Stiglitz
El País
Traducción de Esteban Flamini


Joseph E. Stiglitz es profesor de la Universidad de Columbia, premio Nobel de Economía y autor del libro Caída libre: Estados Unidos, el libre mercado y el hundimiento de la economía mundial.Copyright: Project Syndicate, 2011. 
 
Fuente: http://bit.ly/sHtJO8
El movimiento de protesta que nació en enero en Túnez, para luego extenderse a Egipto y de allí a España, ya es global: la marea de protestas llegó a Wall Street y a diversas ciudades de Estados Unidos. La globalización y la tecnología moderna ahora permiten a los movimientos sociales trascender las fronteras tan velozmente como las ideas. Y la protesta social halló en todas partes terreno fértil: hay una sensación de que el "sistema" fracasó, sumada a la convicción de que, incluso en una democracia, el proceso electoral no resuelve las cosas, o por lo menos, no las resuelve si no hay de por medio una fuerte presión en las calles. En mayo visité el escenario de las protestas tunecinas; en julio, hablé con los indignados españoles; de allí partí para reunirme con los jóvenes revolucionarios egipcios en la plaza de Tahrir de El Cairo; y hace unas pocas semanas, conversé en Nueva York con los manifestantes del movimiento Ocupar Wall Street (OWS). Hay una misma idea que se repite en todos los casos, y que el movimiento OWS expresa en una frase muy sencilla: "Somos el 99%".

 Este eslogan remite al título de un artículo que publiqué hace poco. El artículo se titula Del 1%, por el 1% y para el 1%, y en él describo el enorme aumento de la desigualdad en Estados Unidos: el 1% de la población controla más del 40% de la riqueza y recibe más del 20% de los ingresos. Y los miembros de este selecto estrato no siempre reciben estas generosas gratificaciones porque hayan contribuido más a la sociedad (esta justificación de la desigualdad quedó totalmente vaciada de sentido a la vista de las bonificaciones y de los rescates); sino que, a menudo, las reciben porque, hablando mal y pronto, son exitosos (y en ocasiones corruptos) buscadores de rentas.

 No voy a negar que dentro de ese 1% hay algunas personas que dieron mucho de sí. De hecho, los beneficios sociales de muchas innovaciones reales (por contraposición a los novedosos "productos" financieros que terminaron provocando un desastre en la economía mundial) suelen superar con creces lo que reciben por ellas sus creadores.

Pero, en todo el mundo, la influencia política y las prácticas anticompetitivas (que a menudo se sostienen gracias a la política) fueron un factor central del aumento de la desigualdad económica. Una tendencia reforzada por sistemas tributarios en los que un multimillonario como Warren Buffett paga menos impuestos que su secretaria (como porcentaje de sus respectivos ingresos), o donde los especuladores que contribuyeron a colapsar la economía global tributan a tasas menores que quienes ganan sus ingresos trabajando.

Se han publicado en estos últimos años diversas investigaciones que muestran lo importantes que son las ideas de justicia y lo arraigadas que están en las personas. Los manifestantes de España y de otros países tienen derecho a estar indignados: tenemos un sistema donde a los banqueros se los rescató, y a sus víctimas se las abandonó para que se las arreglen como puedan. Para peor, los banqueros están otra vez en sus escritorios, ganando bonificaciones que superan lo que la mayoría de los trabajadores esperan ganar en toda una vida, mientras que muchos jóvenes que estudiaron con esfuerzo y respetaron todas las reglas ahora están sin perspectivas de encontrar un empleo gratificante.

El aumento de la desigualdad es producto de una espiral viciosa: los ricos rentistas usan su riqueza para impulsar leyes que protegen y aumentan su riqueza (y su influencia). En la famosa sentencia del caso Citizens United, la Corte Suprema de Estados Unidos dio a las corporaciones rienda suelta para influir con su dinero en el rumbo de la política. Pero mientras los ricos pueden usar sus fortunas para hacer oír sus opiniones, en la protesta callejera la policía no me dejó usar un megáfono para dirigirme a los manifestantes del OWS.

A nadie se le escapó este contraste: por un lado, una democracia hiperregulada, por el otro, la banca desregulada. Pero los manifestantes son ingeniosos: para que todos pudieran oírme, la multitud repetía lo que yo decía; y para no interrumpir con aplausos este "diálogo", expresaban su acuerdo haciendo gestos elocuentes con las manos.

Tienen razón los manifestantes cuando dicen que algo está mal en nuestro "sistema". En todas partes del mundo tenemos recursos subutilizados (personas que desean trabajar, máquinas ociosas, edificios vacíos) y enormes necesidades insatisfechas: combatir la pobreza, fomentar el desarrollo, readaptar la economía para enfrentar el calentamiento global (y esta lista es incompleta). En Estados Unidos, en los últimos años se ejecutaron más de siete millones de hipotecas, y ahora tenemos hogares vacíos y personas sin hogar.

Una crítica que se les hace a los manifestantes es que no tienen un programa. Pero eso supone olvidar cuál es el sentido de los movimientos de protesta. Son ellos una expresión de frustración con el proceso electoral. Son una alarma.

Las protestas globalifóbicas de 1999 en Seattle, en lo que estaba previsto como la inauguración de una nueva ronda de conversaciones comerciales, llamaron la atención sobre las fallas de la globalización y de las instituciones y los acuerdos internacionales que la gobiernan. Cuando los medios de prensa examinaron las reclamaciones de los manifestantes, vieron que contenían mucho más que una pizca de verdad. Las negociaciones comerciales subsiguientes fueron diferentes (al menos en principio, se dio por sentado que serían una ronda de desarrollo y que buscarían compensar algunas de las deficiencias señaladas por los manifestantes) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) encaró después de eso algunas reformas significativas.

Es similar a lo que ocurrió en la década de 1960, cuando en Estados Unidos los manifestantes por los derechos civiles llamaron la atención sobre un racismo omnipresente e institucionalizado en la sociedad estadounidense. Aunque todavía no nos hemos librado de esa herencia, la elección del presidente Barack Obama muestra hasta qué punto esas protestas fueron capaces de cambiar Estados Unidos.

En un nivel básico, los manifestantes actuales piden muy poco: oportunidades para emplear sus habilidades, el derecho a un trabajo decente a cambio de un salario decente, una economía y una sociedad más justas. Sus esperanzas son evolucionarias, no revolucionarias. Pero en un nivel más amplio, están pidiendo mucho: una democracia donde lo que importe sean las personas en vez del dinero, y un mercado que cumpla con lo que se espera de él.

Ambos objetivos están vinculados: ya hemos visto cómo la desregulación de los mercados lleva a crisis económicas y políticas. Los mercados solo funcionan como es debido cuando lo hacen dentro de un marco adecuado de regulaciones públicas; y ese marco solamente puede construirse en una democracia que refleje los intereses de todos, no los intereses del 1%. El mejor Gobierno que el dinero puede comprar ya no es suficiente.