Pensar es más interesante que saber, pero menos interesante que mirar.
Johann Wolfgang Goethe

jueves, 7 de abril de 2011

Forprofit AND Nonprofit, A new type of hybrid- Bronberger - Stanford SIR

Andando siempre a buscar lo que quiero - Ferran Manresa sj

Descripción general de los EE. EE. de San Ignacio. Excelente texto

Ejercicios Espirituales - Introducción y estructura

Sesión final del Taller de Profesores impartido en la Preparatoria Loyola. Introduce a los Ejercicios Espirituales y su estructura.

Miradas - Pedagogía Ignaciana - Abril 2011

Excelente texto que nos permite acercarnos a Semana Santa desde la Espiritualidad Ignaciana

WikiRebels - Documental sobre Wikileaks

lunes, 4 de abril de 2011

Mercadotecnia Social - Starbucks - The Lazarus Effect

Excelente video de Starbucks

Pedofilia - Crimen atroz si lo hace un sacerdote

Comparto escrito del Jesuita Jorge Costodoat sobre el caso tan polémico de un párroco (P Karadima) en Chile acusado de abusar de un menor.

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Jorge Costodoat, sj. - Centro Teológico Manual Larraín
http://www.elmostrador.cl/opinion/2011/04/04/lo-que-aprende-la-iglesia-con-el-caso-karadima/

Los abusos sexuales, psicológicos y espirituales por miembros del clero en Chile y otros países, han estremecido a la Iglesia Católica. Los católicos tendremos que abordar esta grave crisis con máxima responsabilidad. Habremos de evaluar muchas cosas. Monseños Ezzati nos ha pedido “revisar estilos de acogida y acompañamiento, de liderazgo y autoridad”.
En este momento con justa razón arrecian las críticas a la jerarquía y a los sacerdotes por parejo. Críticas a veces destempladas, incluso desalmadas, pero útiles para despertar a quienes esperan que todo vuelva a la calma. ¿Cómo es posible no ser remecido por las declaraciones de James Hamilton o Juan Carlos Cruz al juez Armendáriz? ¿Cómo no conmoverse e indignarse?
Pienso, por lo mismo, que la inquietud debe continuar. No es tiempo para calmas. La única manera de que la Iglesia institucional no vuelva a cometer las faltas y delitos que se le enrostran, es que “muerda el polvo” de su miseria.

El caso del P. Karadima es especialmente grave. Un abuso sexual contra un niño o un adolescente es un crimen. Cuando el abusador es un sacerdote, el crimen es atroz. Cuando el abusador es un sacerdote que se ha erigido en formador de la conciencia de las personas, la gravedad del crimen llega al tope de lo posible. Sería un error, sin embargo, concentrar las culpas en Karadima, demonizarlo, decir: “el líder era malo, pero hizo tanto bien”. No es poco que la Santa Sede haya declarado inaceptables sus actos. Pero la matriz que ha facilitado este caso está intacta y habría que desmontarla. A saber, las relaciones infantiles e infantilizantes entre los laicos y el clero, y del clero entre sí.

Comparto algunas conclusiones a este propósito:
1.- El Evangelio es para los desamparados. Si no es para ellos, no es para nadie. Es cosa de atender a las bienaventuranzas de Jesús. La Iglesia institucional debiera oír siempre el reclamo de los abusados como si fuera esta su primera responsabilidad. Ella se debe a las personas, en especial a quienes no tienen influencias y son inermes. Lo mínimo que se puede pedir de las autoridades eclesiásticas es que observen el derecho canónico. Pero lo mínimo no basta. El Evangelio de Jesús se comprende cuando la Iglesia “se la juega” por quienes corren el riesgo de ser tratados de culpables siendo inocentes. Ella tiene como paradigma al hombre que incluyó a los excluidos, sacó la cara por las víctimas y el mismo fue víctima de una sociedad y de una religiosidad piramidal.

2.- Toda institución que asume la responsabilidad en la formación espiritual y psicológica de personas está obligada a considerar el peligro de la manipulación de las conciencias o de las dependencias malsanas establecidas por sus representantes. Son riesgos que la Iglesia tendrá que seguir corriendo porque su misión es acoger, escuchar, acompañar, aconsejar y animar a cualquiera que se acerque a sus ministros o encargados. Sin embargo, lo que hemos visto este tiempo es espeluznante ya que ha habido sacerdotes que han hecho exactamente lo contrario. Maciel y Karadima se han servido del sacramento de la confesión y de la dirección espiritual para apoderarse y aprovecharse de la libertad de personas que buscaron en ellas a un maestro en la fe, y fueron engañadas. Se las atrapó en su inocencia y se las mantuvo en una piedad infantil. Este catolicismo no tiene futuro. En verdad nunca ha debido tenerlo. Lo único auténticamente cristiano ha sido siempre hallar en un ayudante espiritual alguien que acompañe el proceso de convertirnos en personas autónomas, capaces de descubrir por nosotros mismos qué nos pide Dios en la vida y de decidir en conciencia.

3.- Los católicos, laicos y sacerdotes, hemos de convencernos que si algún aporte podremos hacer al país lo haremos en cuanto adultos en la fe. Es así obligatorio que la Iglesia forme ciudadanos libres, responsables del bien común, capaces de indignarse contra la injusticia y de buscar la reconciliación social. Ha de formar, como condición de esto mismo, sacerdotes adultos. Para laicos adultos, se necesitan sacerdotes adultos. ¿Será posible? Ciertos católicos se han alzado públicamente por el desempeño de la jerarquía. Algunos incluso se han sublevado. Sus descargos, también su furia, merecen respeto porque equivalen a los corcoveos de los adolescentes por no ser tratados como párvulos. Las autoridades de la Iglesia recuperarán su autoridad si el Pueblo de Dios se las reconoce. Difícilmente bastará la investidura sacramental. En lo inmediato debe quedar atrás el espíritu pre-conciliar que ha conducido a la involución eclesial acerca de la concepción del sacerdocio. El Concilio Vaticano II mandó subordinar el ministerio sacerdotal a la actualización del sacerdocio de todos los bautizados. El conservadurismo católico, sin embargo, ha re-sacralizado al clero.

4. La Iglesia tiene una deuda con los medios. Ella debe reconocer el rol decisivo de periodistas, críticos y creadores de opinión en el caso de los abusos del P. Karadima. La Iglesia probablemente no lo habría sancionado si los medios de comunicación no hubieran hecho su trabajo. El asunto habría sido atascado para que no llegara al Vaticano. Casi se lo logra. De no haberse hecho una indagación y comunicación periodísticas, las poderosas redes de protección habrían predominado sobre las investigaciones civiles y eclesiásticas. Una Iglesia de adultos tendrá que entrar de lleno en el ruedo de la crítica y de la argumentación que los medios ofrecen para la elaboración pluralista de la verdad.

¿Seremos los católicos capaces de volver a la discusión pública con alguna autoridad? ¿Seremos los sacerdotes capaces de sacudirnos el autoritarismo? ¿El clericalismo? No lo vamos a conseguir si entre nosotros seguimos tratándonos como niños. En este caso, la prevención del abuso de menores no habrá removido un obstáculo decisivo.

¿Surgirá un nuevo modo de ser Iglesia? No sé. Lo espero. Me da esperanza el llamado de Monseñor Ezzati a dialogar abiertamente sobre esta crisis “a fin de que los fieles tomen mayor conciencia de sus derechos y deberes”.

Estamos hasta la madre - Javier Sicilia

Carta abierta a los Poíticos y a los criminales

El brutal asesinato de mi hijo Juan Francisco, de Julio César Romero Jaime, de Luis Antonio Romero Jaime y de Gabriel Anejo Escalera, se suma a los de tantos otros muchachos y muchachas que han sido igualmente asesinados a lo largo y ancho del país a causa no sólo de la guerra desatada por el gobierno de Calderón contra el crimen organizado, sino del pudrimiento del corazón que se ha apoderado de la mal llamada clase política y de la clase criminal, que ha roto sus códigos de honor.

No quiero, en esta carta, hablarles de las virtudes de mi hijo, que eran inmensas, ni de las de los otros muchachos que vi florecer a su lado, estudiando, jugando, amando, creciendo, para servir, como tantos otros muchachos, a este país que ustedes han desgarrado. Hablar de ello no serviría más que para conmover lo que ya de por sí conmueve el corazón de la ciudadanía hasta la indignación. No quiero tampoco hablar del dolor de mi familia y de la familia de cada uno de los muchachos destruidos. Para ese dolor no hay palabras –sólo la poesía puede acercarse un poco a él, y ustedes no saben de poesía–. Lo que hoy quiero decirles desde esas vidas mutiladas, desde ese dolor que carece de nombre porque es fruto de lo que no pertenece a la naturaleza –la muerte de un hijo es siempre antinatural y por ello carece de nombre: entonces no se es huérfano ni viudo, se es simple y dolorosamente nada–, desde esas vidas mutiladas, repito, desde ese sufrimiento, desde la indignación que esas muertes han provocado, es simplemente que estamos hasta la madre.

Estamos hasta la madre de ustedes, políticos –y cuando digo políticos no me refiero a ninguno en particular, sino a una buena parte de ustedes, incluyendo a quienes componen los partidos–, porque en sus luchas por el poder han desgarrado el tejido de la nación, porque en medio de esta guerra mal planteada, mal hecha, mal dirigida, de esta guerra que ha puesto al país en estado de emergencia, han sido incapaces –a causa de sus mezquindades, de sus pugnas, de su miserable grilla, de su lucha por el poder– de crear los consensos que la nación necesita para encontrar la unidad sin la cual este país no tendrá salida; estamos hasta la madre, porque la corrupción de las instituciones judiciales genera la complicidad con el crimen y la impunidad para cometerlo; porque, en medio de esa corrupción que muestra el fracaso del Estado, cada ciudadano de este país ha sido reducido a lo que el filósofo Giorgio Agamben llamó, con palabra griega, zoe: la vida no protegida, la vida de un animal, de un ser que puede ser violentado, secuestrado, vejado y asesinado impunemente; estamos hasta la madre porque sólo tienen imaginación para la violencia, para las armas, para el insulto y, con ello, un profundo desprecio por la educación, la cultura y las oportunidades de trabajo honrado y bueno, que es lo que hace a las buenas naciones; estamos hasta la madre porque esa corta imaginación está permitiendo que nuestros muchachos, nuestros hijos, no sólo sean asesinados sino, después, criminalizados, vueltos falsamente culpables para satisfacer el ánimo de esa imaginación; estamos hasta la madre porque otra parte de nuestros muchachos, a causa de la ausencia de un buen plan de gobierno, no tienen oportunidades para educarse, para encontrar un trabajo digno y, arrojados a las periferias, son posibles reclutas para el crimen organizado y la violencia; estamos hasta la madre porque a causa de todo ello la ciudadanía ha perdido confianza en sus gobernantes, en sus policías, en su Ejército, y tiene miedo y dolor; estamos hasta la madre porque lo único que les importa, además de un poder impotente que sólo sirve para administrar la desgracia, es el dinero, el fomento de la competencia, de su pinche “competitividad” y del consumo desmesurado, que son otros nombres de la violencia.

De ustedes, criminales, estamos hasta la madre, de su violencia, de su pérdida de honorabilidad, de su crueldad, de su sinsentido.
Antiguamente ustedes tenían códigos de honor. No eran tan crueles en sus ajustes de cuentas y no tocaban ni a los ciudadanos ni a sus familias. Ahora ya no distinguen. Su violencia ya no puede ser nombrada porque ni siquiera, como el dolor y el sufrimiento que provocan, tiene un nombre y un sentido. Han perdido incluso la dignidad para matar. Se han vuelto cobardes como los miserables Sonderkommandos nazis que asesinaban sin ningún sentido de lo humano a niños, muchachos, muchachas, mujeres, hombres y ancianos, es decir, inocentes. Estamos hasta la madre porque su violencia se ha vuelto infrahumana, no animal –los animales no hacen lo que ustedes hacen–, sino subhumana, demoniaca, imbécil. Estamos hasta la madre porque en su afán de poder y de enriquecimiento humillan a nuestros hijos y los destrozan y producen miedo y espanto.
Ustedes, “señores” políticos, y ustedes, “señores” criminales –lo entrecomillo porque ese epíteto se otorga sólo a la gente honorable–, están con sus omisiones, sus pleitos y sus actos envileciendo a la nación. La muerte de mi hijo Juan Francisco ha levantado la solidaridad y el grito de indignación –que mi familia y yo agradecemos desde el fondo de nuestros corazones– de la ciudadanía y de los medios. Esa indignación vuelve de nuevo a poner ante nuestros oídos esa acertadísima frase que Martí dirigió a los gobernantes: “Si no pueden, renuncien”. Al volverla a poner ante nuestros oídos –después de los miles de cadáveres anónimos y no anónimos que llevamos a nuestras espaldas, es decir, de tantos inocentes asesinados y envilecidos–, esa frase debe ir acompañada de grandes movilizaciones ciudadanas que los obliguen, en estos momentos de emergencia nacional, a unirse para crear una agenda que unifique a la nación y cree un estado de gobernabilidad real. Las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una marcha nacional el miércoles 6 de abril que saldrá a las 5:00 PM del monumento de la Paloma de la Paz para llegar hasta el Palacio de Gobierno, exigiendo justicia y paz. Si los ciudadanos no nos unimos a ella y la reproducimos constantemente en todas las ciudades, en todos los municipios o delegaciones del país, si no somos capaces de eso para obligarlos a ustedes, “señores” políticos, a gobernar con justicia y dignidad, y a ustedes, “señores” criminales, a retornar a sus códigos de honor y a limitar su salvajismo, la espiral de violencia que han generando nos llevará a un camino de horror sin retorno. Si ustedes, “señores” políticos, no gobiernan bien y no toman en serio que vivimos un estado de emergencia nacional que requiere su unidad, y ustedes, “señores” criminales, no limitan sus acciones, terminarán por triunfar y tener el poder, pero gobernarán o reinarán sobre un montón de osarios y de seres amedrentados y destruidos en su alma. Un sueño que ninguno de nosotros les envidia.

No hay vida, escribía Albert Camus, sin persuasión y sin paz, y la historia del México de hoy sólo conoce la intimidación, el sufrimiento, la desconfianza y el temor de que un día otro hijo o hija de alguna otra familia sea envilecido y masacrado, sólo conoce que lo que ustedes nos piden es que la muerte, como ya está sucediendo hoy, se convierta en un asunto de estadística y de administración al que todos debemos acostumbrarnos.

Porque no queremos eso, el próximo miércoles saldremos a la calle; porque no queremos un muchacho más, un hijo nuestro, asesinado, las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una unidad nacional ciudadana que debemos mantener viva para romper el miedo y el aislamiento que la incapacidad de ustedes, “señores” políticos, y la crueldad de ustedes, “señores” criminales, nos quieren meter en el cuerpo y en el alma.

Recuerdo, en este sentido, unos versos de Bertolt Brecht cuando el horror del nazismo, es decir, el horror de la instalación del crimen en la vida cotidiana de una nación, se anunciaba: “Un día vinieron por los negros y no dije nada; otro día vinieron por los judíos y no dije nada; un día llegaron por mí (o por un hijo mío) y no tuve nada que decir”. Hoy, después de tantos crímenes soportados, cuando el cuerpo destrozado de mi hijo y de sus amigos ha hecho movilizarse de nuevo a la ciudadanía y a los medios, debemos hablar con nuestros cuerpos, con nuestro caminar, con nuestro grito de indignación para que los versos de Brecht no se hagan una realidad en nuestro país.

Además opino que hay que devolverle la dignidad a esta nación. l

Openleaks - El Gobierno debe guardar sus secretos. La prensa debe descubrirlos

Artículo de Timothy Garton Ash
Publicado en El País, http://www.elpais.com/articulo/opinion/era/digileaks/elpepuopi/20110404elpepiopi_4/Tes

Suponga que conoce usted un secreto que, en su opinión, debería darse a conocer. ¿Cómo lo consigue? Suponga que su empresa o institución tiene secretos que, en su opinión, deben seguir siéndolo. ¿Qué debe hacer? Suponga que es un redactor de un medio de comunicación, un bloguero, un activista, y que tiene, en un oído, a alguien dispuesto a denunciar algo y, en el otro, a un Gobierno o una empresa. ¿Dónde traza el límite?

Una respuesta a la primera pregunta es la que da Daniel Domscheit-Berg, antiguo miembro del equipo de Wikileaks. Su iniciativa OpenLeaks (openleaks.org) pretende ofrecer un "buzón digital" imposible de trazar en el que quienes deseen denunciar algo puedan depositar sus hallazgos digitales. Sin embargo, OpenLeaks no seleccionaría ni publicaría el material, como sí hizo Wikileaks al montar -y titular Asesinato colateral- el vídeo de un helicóptero estadounidense de combate en Irak mientras mataba a 12 personas, incluidos dos periodistas de Reuters, y herido a dos niños.
Según me explicó Domscheit-Berg cuando me entrevisté con él a principios de este año, el denunciante decidiría, en una lista escogida de medios de comunicación y ONG, a cuáles le gustaría que se filtrara el material. Por ejemplo, un ecologista podría decir: "Me gusta Greenpeace y confío en que haga buen uso de mis documentos". Un funcionario del Ministerio alemán de Defensa podría decir: "Me fío de que Der Spiegel publicará esto de forma responsable". Y así, sucesivamente. Todas las decisiones editoriales estarían en manos del medio de comunicación o la ONG. OpenLeaks sería un mecanismo de transmisión técnico y neutral, el guardián del secreto en la causa de la transparencia.

Domscheit-Berg es un joven alemán alto, delgado, intenso, casi penosamente idealista. Apasionado por la importancia de la libertad de información, le gustaría que todo el mundo tuviese la oportunidad de vivir sus "cinco minutos de valor". Ese tiempo, subraya, puede ser suficiente para apretar el botón y transferir montañas de basura. Aunque, si quiere ser verdaderamente escrupuloso, tal vez debería concederles luego cinco horas de reflexión, por si se lo piensan mejor.

Será interesante ver qué tal le va a OpenLeaks. En una conversación telefónica que tuvimos esta semana, Domscheit-Berg me dijo que esperan lanzarlo a finales de primavera o principios de verano, seguramente con una modesta lista inicial de tres medios de comunicación y tres ONG como socios. Las dificultades técnicas de garantizar el anonimato para la fuente, sobre todo frente a un adversario poderoso como Estados Unidos o el Gobierno chino, siguen siendo considerables. Aunque OpenLeaks asegura que no va a tener ninguna responsabilidad legal por la publicación, es probable que se enfrente a querellas legales. Mientras tanto, algunos periódicos importantes, como The New York Times y The Guardian, también están creando sus propios mecanismos para depositar filtraciones.

Pase lo que pase con este proceso, todos los Gobiernos, empresas y organizaciones deben dar por descontado que habrá más filtraciones digitales anónimas: digileaks, para abreviar. Por tanto, la siguiente pregunta tiene que ir dirigida a la posible víctima de las filtraciones, más que al posible denunciante. ¿Cómo se logra el equilibrio entre transparencia y secreto? Ahora, hasta los servicios secretos y los bancos suizos están haciendo guiños a la apertura. Pero no conozco ninguna entidad que sea totalmente transparente. Todo el mundo tiene algo que ocultar, y algunos secretos que es razonable querer mantener. Muchas veces, las dos cosas no coinciden. No hay más que pensar, por ejemplo, en el divertido espectáculo de Julian Assange protestando, furioso, por las filtraciones dentro de Wikileaks.

Los periódicos, cuyo propósito es informar, luchan para mantener en secreto la identidad de sus fuentes. Lo mismo sucede en las organizaciones de derechos humanos, que alegan que sus informadores pueden correr peligro a manos de regímenes represivos y corruptos. El movimiento anticorrupción Transparency International no puede ser completamente transparente. No deja de ser un caso de tensión dialéctica. No obstante, también puede haber casos de hipocresía: exigir a otros lo que uno no está dispuesto a hacer (es, por ejemplo, lo que sucede con las vidas privadas de los directores de periódicos sensacionalistas). Existe una línea muy fina entre la dialéctica ética y la hipocresía por las buenas.

¿Y qué debe hacer la entidad en cuestión? Sugiero que se atenga a dos principios. El primero, decir con claridad cuáles son sus motivos para guardar secretos, ser transparente sobre su falta de transparencia. Tener criterios definidos y estar dispuesta a defenderlos. Unos criterios que deben superar una prueba ligeramente paradójica: si este dato se hiciera público, ¿podrían explicar de forma razonable por qué no tenía que haberse hecho público?

Por ejemplo, no existe ningún buen motivo que justifique la necesidad de guardar en secreto el vídeo del helicóptero de combate estadounidense. Lo que mostraba era, en el mejor de los casos, un terrible error cometido en la confusión del combate y, en el peor, un crimen de guerra. Debería haberse investigado y hecho público. Por el contrario, respecto a los detalles de las negociaciones secretas de paz entre representantes palestinos e israelíes, filtrados a Al Yazira y publicados en The Guardian, es razonable pensar que existe un legítimo interés común en mantenerlos ocultos. Si no, ¿cómo pueden los negociadores tener la seguridad necesaria para explorar lo que no se puede decir en público, con el fin de alcanzar la paz? Y cuando llegamos al caso de corresponsales de prensa que están secuestrados como rehenes, los propios periódicos ejercen de buen grado el secretismo.
El segundo principio fundamental que propongo es: protejan menos cosas, pero protéjanlas mejor. Existe un enorme volumen de material que los Gobiernos, las empresas y las instituciones guardan en secreto sin motivo alguno. Eso fue lo que dio pie a las campañas para obtener más libertad de información, un derecho que ahora conceden muchos Gobiernos democráticos, y con razón. Se dejó entrar la luz del día en los archivos polvorientos y la Administración no se vino abajo por ello. Al leer los cables del Departamento de Estado norteamericano en la base de datos creada por The Guardian a partir del tesoro de Wikileaks, encontré informes clasificados como secretos que muy bien podían haber sido artículos de análisis publicados en un periódico.

Es decir: decidan qué es lo que verdaderamente necesitan que sea secreto en función de unos criterios coherentes y defendibles, y dediquen sus máximos esfuerzos a conseguir que así sea. Por ejemplo, no cuelguen esos datos en una base a la que tienen acceso cientos de miles de personas. Si obedecer este segundo mandamiento supone una reducción del volumen de papel impreso y correos electrónicos en circulación, solo con eso ya habrá redundado en beneficio de los bosques tropicales y la tranquilidad de todos.

Ahora bien, ¿y si, a pesar de todo, se filtra algún dato radiactivo del pequeño núcleo central, ya sea a través del mecanismo de OpenLeaks o por otras vías? ¿Entonces un periodista con sentido ético tiene que ruborizarse, apartar la mirada y devolverlo sin leerlo, exclamando "Oh, Dios mío, no debería ver esto"? Ni hablar. El Gobierno tiene la responsabilidad de guardar sus secretos. La prensa tiene la responsabilidad de descubrirlos.

La prensa -en sentido amplio, para incluir a los blogueros y a las ONG que actúan en este ámbito- tiene que tomar sus propias decisiones sobre lo que es interés público y lo que puede causar un perjuicio inaceptable. La ley establece los límites externos para este viejo juego del escondite. Y las opiniones del periodista no son las mismas que las del ministro, el director de la empresa, el responsable del hospital, o el vicerrector de la universidad. Cada uno tiene su papel, y el resultado es uno de los sistemas de controles y equilibrios más importantes de la democracia.

Las digileaks van a cambiar la democracia de la misma forma que las raquetas de grafito cambiaron el tenis. Que sea para mejor o para peor dependerá de las reglas, el árbitro y los jugadores.

Timothy Garton Ash es catedrático de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford e investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.