Pensar es más interesante que saber, pero menos interesante que mirar.
Johann Wolfgang Goethe

jueves, 1 de noviembre de 2012

Altares de Día de Muertos - Jardín Botánico de Acapulco

Presentación de Talleres Culturales - Prepa Loyola


La guerra: seis años después - Rubén Aguilar

La guerra: seis años después


El presidente Felipe Calderón desde el inicio de su gobierno decidió lanzar un ataque frontal contra todos los cárteles, en todo el territorio y todo el tiempo.

Hasta el ocaso de su mandato, se mantuvo en la afirmación de que sus predecesores habían sido omisos frente al crimen organizado, pero nunca presentó una prueba de ello y tampoco inculpó a un solo colaborador de alguno de sus antecesores. Más aún, a su equipo integró e hizo responsables de la guerra a todos los que habían tenido a su cargo lucha contra el crimen organizado en el sexenio anterior.

Lo que ha sucedido en estos seis años confirma que las principales premisas del gobierno calderonista, para justificar la guerra, no se sostenían. En primer lugar, es evidente, en contra de lo dicho por el gobierno, que México no ha pasado de país de tránsito a país de consumo y tampoco ha aumentado de manera significativa la demanda de drogas, de acuerdo con las cifras del propio gobierno. La pregunta sigue siendo por qué en México el consumo de drogas es tan bajo.

En segundo término, si la razón era la eclosión de la violencia, hoy impera una situación muy superior a la anterior. La estrategia dio al traste con una tendencia a la disminución de la violencia que tenía más de 30 años. En tercer lugar, cae también por tierra el argumento de que la penetración del narco alcanzaba niveles antes nunca vistos en la vida política nacional. La complicidad del narco con las autoridades municipales, estatales y federales no nació ayer, sino hace una eternidad. La evidencia indica que fue precisamente la guerra lo que provocó una mayor penetración del crimen organizado en las esferas del poder.

Después de seis años, hay más elementos para sostener que ni el supuesto tráfico de armas procedentes de Estados Unidos, ni la demanda de sustancias ilícitas en ese país son las que generaron las condiciones para optar por la guerra como único camino. La demanda estadounidense de estupefacientes ha permanecido estable a lo largo de estos 40 años, y sólo ha variado en su composición: marihuana en los 60 y 70; cocaína (y crack) de 1985 hasta finales de siglo; metanfetaminas desde entonces y hasta fecha reciente, cuando comenzó a desplomarse el uso de esas drogas sintéticas ante las imágenes de los estragos físicos causados por las mismas, para ser sustituidas de nuevo por la marihuana y el abuso de las drogas lícitas de receta médica. En estos seis años se confirma de manera contundente y a pesar de la guerra que mientras haya demanda en Estados Unidos, habrá oferta en México, en América Latina y en el mundo entero; pero también es cierto que siempre existirá esa demanda y que la sociedad estadounidense ha concluido, con razón, que el esfuerzo por reducirla no vale la pena; se trata de una constante, no de una variable. Ésa, y no otra, debe ser la posición del nuevo gobierno de México