Reflexiones sobre los pasos y pensamientos que acompañan la vida, el quehacer, los sueños.
Pensar es más interesante que saber, pero menos interesante que mirar.
Johann Wolfgang Goethe
Johann Wolfgang Goethe
sábado, 17 de septiembre de 2011
Consejos para ser feliz...
Agradezco a Gabriel Hernández quien hizo posible que yo conociera este video... Gracias!!!!
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Remito el presente manual que ayudará a todas las personas a tener un acercamiento mucho más cercano a Google +... Lo diseñaron en www.clasesdeperiodismo.com Que lo disfruten!
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miércoles, 14 de septiembre de 2011
Reflexiones sobre el 9/11 - Mauricio Meschoulam 3 de 3
Remito la tercera parte de la reflexión iniciada por el Prof de la Ibero Cd. de México Mauricio Meschoulam.
Fuente: http://bit.ly/qUtYWl
Fuente: http://bit.ly/qUtYWl
A continuación abordamos dos últimos aspectos sobre el tema y concluimos:
El impacto en las finanzas: déficit fiscal, deuda y oro al alza
Bill Clinton insistía en el punto una y otra
vez en aquella campaña presidencial del 2004, cuando brindaba su apoyo a
Kerry. Él había dejado las cuentas sanas y un superávit en las finanzas
públicas. ¿Cómo había hecho la administración Bush para transformar eso
en un monumental y creciente déficit que ponía en riesgo la capacidad
de pago de la primera economía del planeta? Y eso era en el 2004. Hoy,
la situación es mucho peor.
Como mencionamos en la entrega anterior, uno
de los temas corales de los planteamientos del equipo de Bush (incluso
antes del 9/11) era la necesidad del incremento en el presupuesto
militar. Desde la óptica neoconservadora no se podía escatimar en ese
rubro, y mucho menos habiendo padecido en casa los efectos del
terrorismo. De este modo, las intervenciones militares estadounidenses
en Afganistán y en Irak, además de todos los operativos lanzados
internacionalmente para buscar y apresar a sospechosos de terrorismo se
sumaron a la costosa empresa llamada Department of Homeland Security,
un verdadero monstruo burocrático. El resultado financiero no era muy
difícil de predecir. Una vez más en su historia, las arcas se empezaban a
vaciar porque el gobierno gastaba no poco, sino mucho más de lo que
ingresaba.
Este, obviamente no es el único elemento,
pero sí un factor crucial para que a partir del 2001 el valor de la
moneda norteamericana comenzase a disminuir de manera constante (ciclo
cuyo final aún no vemos). Lo anterior se puede constatar comparando el
dólar con otras monedas, pero sobre todo contra el oro. Como se aprecia
en la gráfica colocada debajo de este post,
el oro traía una tendencia de varios años que reflejaba una relativa
estabilidad. El precio del metal precioso había alcanzado en su momento
más bajo los 255 dólares por onza y se mantenía entre ese nivel y los
300 en promedio. A partir del 9/11 y en los meses subsecuentes, la
escalada no para.
Al incremento en el gasto militar y el costo
por la guerra contra el terrorismo, posteriormente se unen otros
factores de carácter económico y financiero que terminan por llevar el
déficit fiscal y la deuda de EEUU a números francamente insostenibles.
Apenas hace unas semanas vivimos lo que significa tener a la máxima
potencia económica del planeta bajo riesgo de suspensión de pagos. Esa
crisis, la de la deuda, no ha terminado. Pero su ciclo actual inició por
los factores eminentemente geopolíticos que detonan los ataques del
9/11.
Hoy el oro se encuentra en más de 1850
dólares la onza. El valor no solo material sino simbólico del dólar, la
moneda que movió al mundo al menos la segunda mitad del siglo XX, es de
hecho un indicador, un termómetro que muestra el grado de deterioro del
poder estadounidense y del ascenso (que precede al 9/ 11 pero que se
acelera por los ataques) de un sistema no solo políticamente sino
económicamente multipolar.
De Al-Qaeda 2001 a Al Qaeda versión 2.0: el terrorismo que persiste
En la semana del presente escrito ocurrieron
al menos tres atentados terroristas en el mundo con decenas de muertos
como saldo. Dos de ellos sucedieron en zonas controladas militar y
geopolíticamente por Estados Unidos. Los medios, como es cada vez más
normal, hicieron muy poco caso a estos incidentes. Pareciera que cuando
los ataques en contra de civiles no ocurren en países europeos o en
territorios que llamen la atención como espacios turísticos, ya no nos
importan demasiado ni su frecuencia ni sus consecuencias. Pero la
realidad es que el terrorismo no ha terminado, y Al Qaeda, una
organización mutante, sigue siendo capaz de infligir daños irreparables
en términos de vidas humanas y de costos psicosociales y políticos en
poblaciones enteras.
Es verdad que posiblemente no exista la misma
potencialidad de antes y quizás no corren riesgo los rascacielos y las
miles de personas que trabajan en ellos. Sin embargo, Al Qaeda se
convirtió en una organización paraguas, en torno a la que se encuentra
un sinnúmero de células esparcidas por al menos cuatro continentes, y
con capacidad de efectuar ataques terroristas medianos o pequeños en
términos de daños potenciales y muertes. No necesariamente reportan sus
operativos a un comando central, ni dependen financieramente de una
estructura organizada, pero ideológicamente se asocian o se ligan al
proyecto de largo plazo de Al Qaeda y así se mantienen operando desde
hace ya algunos años. En ese sentido, cuando Osama Bin Laden es ubicado,
ya hacía mucho que había dejado de tener un papel central en el diseño e
implementación de las decenas de ataques terroristas que continúan
ejecutándose cada año. Su figura era esencialmente simbólica, y como
tal, el golpe a la organización no es menor. Pero sabemos que el grupo
terrorista se mantiene activo y al menos en la zona de Afganistán,
Pakistán y Asia del Sur, además de otras ubicaciones en Medio Oriente y
el norte de África, con las modalidades señaladas, representa un peligro
enorme para las poblaciones de la región.
El terrorismo, de este modo, permanece como
una estrategia que muchos siguen considerando eficaz para avanzar
determinados intereses. Las intervenciones militares no han impedido que
el día de hoy, al momento de este escrito, las ciudades de Nueva York y
Washington se encuentren alterando sus rutinas y sus conductas debido
al aviso de amenazas de algún potencial ataque el día del aniversario
del 9/11. Esperamos que nada ocurra. Pero la sensación de inseguridad
ante el terror no será eliminada por decreto ni por invadir con los
ejércitos más sofisticados medio planeta.
Conclusión: Aniversario de 10 años, solo un buen pretexto para reflexionar
Un día. Siete meses. Cuatro años con cinco
meses y catorce días. O diez años. Nada en realidad cambia en ninguna de
esas fechas a causa de la fecha en sí. Un aniversario es solo una
excusa para hacer una pausa y evaluar en qué momento estábamos hace diez
años y en qué momento nos encontramos ahora.
Bin Laden ha muerto, pero Al Qaeda sobrevive.
Su fuerza no es la misma, pero su capacidad sigue amenazando seres
humanos en distintos puntos del planeta. Entendemos hoy mucho más acerca
del terrorismo, pero no lo suficiente como para sentirnos seguros y
protegidos de sus asechanzas. Estados Unidos no es hoy más fuerte que
hace diez años, por el contrario, su proceso de declive relativo se ha
acelerado tanto económica como política y militarmente. Se libraron
batallas y se hicieron guerras, pero no se salvó ni el orgullo ni la
vida de miles de inocentes que se mantienen pagando el costo.
Al final del camino, la vida siguió después
del 11 de septiembre del 2001, lo mismo que ha de seguir después de la
misma fecha diez años después. Millones de seres humanos necesitan
seguir pensando que sus parcelas se encuentran a salvo y que sus
pequeños destinos tienen sentido. Pero esto no se consigue con saber
quién dispara más fuerte o quién tiene los barcos y aviones más
grandotes, sino ubicando el mundo en el que la lucha tiene que seguirse
dando. Y éste no es el de las balas sino el mundo de las ideas y la
mente de las sociedades. La violencia no puede ser opción, pero eso no
se transmite a través del discurso de un presidente o el de un poeta
extraviado en una isla perdida. Para que la violencia no sea opción, las
generaciones que vivimos incidentes como el 9/11 o eventos similares,
debemos convencernos y convencer paulatinamente a nuestros hijos de que
ni el terrorismo ni ninguna otra clase de estrategia es más poderosa que
la imaginación del ser humano para entender y resolver sus problemas y
conflictos en el fondo, en la estructura y desde la raíz.
martes, 13 de septiembre de 2011
Reflexiones sobre el 9/11 - Mauricio Meschoulam 2 de 3
Remito la segunda parte de la reflexión iniciada por el Prof de la Ibero Cd. de México Mauricio Meschoulam.
Fuente: http://bit.ly/qUtYWl
Continuamos con la segunda entrega, abordando otros dos ángulos acerca del tema:
El impacto de los ataques en la política exterior de EEUU
A los estudiantes de Relaciones Internacionales que atestiguamos la caída del muro de Berlín nos dijeron que las guerras, como las conocíamos, llegarían pronto a su fin. En un mundo globalizado lleno de negocios, tratados y monedas únicas, en el que nuevas herramientas como el Internet llegaban a sustituir a las de antaño, los riesgos eran distintos. Se podía hablar de subdesarrollo, de la brecha generada a partir de las desigualdades entre países ricos y pobres, y de las nuevas batallas por el comercio mundial. Nuestros profesores documentaban la reducción al presupuesto militar estadounidense y nos mostraban como el enfoque dejaría paulatinamente de ser político-militar y pasaría a ser económico-financiero-comercial.
Mientras tanto, un grupo de intelectuales, empresarios y políticos firmaban en 1997 (cuatro años antes del 9/11) la carta de principios del PNAC, el proyecto para un nuevo siglo americano (www.newamericancentury.org). Entre ellos estaba el futuro vicepresidente Dick Cheney, el futuro secretario de defensa Donald Rumsfeld y su próximo subsecretario Paul Wolfowitz, además del gobernador de Florida y hermano del futuro presidente, Jeb Bush, entre otros. En esa carta delineaban lo que sería el diseño de su política exterior una vez que tomaran el poder. Según este grupo, Clinton estaba cometiendo errores serios que colocaban a EEUU en grave vulnerabilidad ante amenazas como el terrorismo y los regímenes hostiles (Rogue Regimes) o canallas. Era indispensable recuperar el nivel de presupuesto militar y atender estos severos riesgos a la seguridad nacional estadounidense. Visto así, parecería que los ataques del 9/11, cuatro años después y una vez posicionados políticamente, les venían como anillo al dedo.
Pero no se trata de un asunto exclusivamente político. La catalización de la política exterior de la administración Bush se detona también a partir de los elementos psicológicos que hemos señalado: era indispensable proveer a su población de un grado de seguridad (o al menos la percepción de la misma) para poder demostrar que Estados Unidos seguía siendo la máxima potencia y que no toleraría la vulneración de sus fronteras por agentes hostiles. En ese sentido se requería encontrar cara al enemigo difuso. Y la cara estaba precisamente en otros estados nacionales, contrapartes que en su caso (en el discurso de Bush), apoyaban a actores terroristas y constituían la misma amenaza que éstos. Tan terroristas eran las organizaciones como los estados que las apoyaban o que las toleraban.
Se introducen de este modo dos conceptos centrales en la doctrina Bush: (a) la facultad auto-adjudicada por EEUU para atacar de manera preventiva cualquier estado que represente un riesgo para la seguridad nacional estadounidense; y (b) la incorporación de la moral en temas de política externa. Los buenos y los malos. O estás con nosotros, o te considero de manera automática amigo del terror. El Eje del Mal se nombra con todo y apellido. Pelear en contra de ellos era librar la “guerra justa”. Se diseña así la estrategia que habría de llevar a la máxima potencia a esas aventuras de las que aún hoy no sale bien librada.
Desde esta visión, el terrorismo, una guerra de carácter psicológico, se termina combatiendo en el mundo material con aviones y tanques. La invasión a Afganistán destruyó buena parte de la infraestructura de Al Qaeda pero no consiguió eliminar el peligro terrorista ni la nueva versión con la que Al Qaeda sigue amenazando al mundo. En cambio, Afganistán es hoy un estado sin capacidad de ejercer el monopolio de la coerción y por tanto, sin la posibilidad de garantizar la seguridad y estabilidad a sus ciudadanos. Irak fue un fracaso desde donde se quiera mirar. Nunca se pudo demostrar la liga entre Hussein y los atentados terroristas. Ni siquiera la presencia de armas de destrucción masiva. Por contraparte, Irak padece hoy los efectos del terrorismo quizás como ninguna otra nación del planeta. Obama intentó, o dijo intentar cambiar las cosas, pero las trampas en las que se halla metido no le permiten el margen de maniobra que en todo caso requeriría.
Los retos para la política exterior estadounidense son quizás ahora mucho más grandes que los que existían en el 2001, y con una capacidad de ejercer sus acciones mucho más limitada.
La política interna, las libertades civiles, el Patriot Act y la seguridad de casa
“Considere el ejemplo del caso de Brandon Mayfield, un abogado de Portland que fue encerrado como terrorista sospechoso por el atentado en los trenes de Madrid. Mayfield, un converso al Islam y activista por los derechos civiles, fue detenido durante tres semanas después de que el FBI erróneamente identificara sus huellas digitales como las mismas encontradas en una maleta de detonadores ligada al ataque. Mayfield, quien era inocente, fue liberado. Su caso fue investigado por el inspector general del Departamento de Justicia como un abuso posible del Patriot Act”. (Strossen, 2005, p.7)
Poderes excesivos, permisos para ejercer espionaje en ciudadanos norteamericanos (y por supuesto extranjeros), amenazas a los valores y libertades civiles, y sobre todo la premura en su aprobación, son solo algunas de las críticas que se hacen al acta Patriótica. El terrorismo no es un crimen común, dicen quienes la defienden, y por tanto, no puede ser procesado por medio de leyes comunes. Legislaciones como ésta introducen la posibilidad de juzgar a alguien por crímenes futuros, hechos aún no sucedidos, ya que si no se previenen, según se indica, el daño que se puede sufrir es inaceptable. El Patriot Act de hecho no es el primero en su género, sino un eslabón más en una larga cadena en la que los estadounidenses han estado dispuestos a sacrificar libertades civiles en favor de su seguridad.
Partiendo, sin embargo de lo que hemos establecido, la victoria del terrorismo por sobre la mente de una sociedad se concreta cuando el pánico y el miedo se transforman en encono y agresión. La sociedad estadounidense de este modo permitía que el Gran Hermano vigilante, con la ley en la mano y bajo la costosa burocracia del Departamento de Seguridad Interna (DHS), recuperara la certidumbre en casa, aunque fuese por la fuerza. Era indispensable garantizar a la gente si no que el problema estaba completamente controlado, al menos la percepción de que se trabajaba con eficiencia en ese sentido.
Algunos autores malpensados como Zimbardo (2007), no obstante, demostraron a través de estudios cuidadosamente diseñados, que la reelección de Bush se debía principalmente al manejo político de las alertas terroristas, y del discurso del miedo colectivo. Cada vez que la popularidad del presidente bajaba, se emitía una alerta de “inminente riesgo terrorista”. La gente, psicológicamente golpeada, es capaz hasta de reelegir a Bush si es que su seguridad se encuentra en riesgo.
Es así como los aspectos anteriores entrañaban no solo costos a la posición de EEUU en la política internacional, sino costos económicos que se tradujeron en un dólar de menor valor y un gobierno menos capaz de enfrentar sus pagos. Al mismo tiempo, sin embargo, y por desgracia, el terrorismo fue hábil en mutar y transformarse en algo con la sostenida capacidad de ejercer daños irreparables en la población de muchos países del planeta. Estos son los temas que veremos mañana en la parte III y última de este especial.
Por ahora, en Twitter: @maurimm
Fuente: http://bit.ly/qUtYWl
Continuamos con la segunda entrega, abordando otros dos ángulos acerca del tema:
El impacto de los ataques en la política exterior de EEUU
A los estudiantes de Relaciones Internacionales que atestiguamos la caída del muro de Berlín nos dijeron que las guerras, como las conocíamos, llegarían pronto a su fin. En un mundo globalizado lleno de negocios, tratados y monedas únicas, en el que nuevas herramientas como el Internet llegaban a sustituir a las de antaño, los riesgos eran distintos. Se podía hablar de subdesarrollo, de la brecha generada a partir de las desigualdades entre países ricos y pobres, y de las nuevas batallas por el comercio mundial. Nuestros profesores documentaban la reducción al presupuesto militar estadounidense y nos mostraban como el enfoque dejaría paulatinamente de ser político-militar y pasaría a ser económico-financiero-comercial.
Mientras tanto, un grupo de intelectuales, empresarios y políticos firmaban en 1997 (cuatro años antes del 9/11) la carta de principios del PNAC, el proyecto para un nuevo siglo americano (www.newamericancentury.org). Entre ellos estaba el futuro vicepresidente Dick Cheney, el futuro secretario de defensa Donald Rumsfeld y su próximo subsecretario Paul Wolfowitz, además del gobernador de Florida y hermano del futuro presidente, Jeb Bush, entre otros. En esa carta delineaban lo que sería el diseño de su política exterior una vez que tomaran el poder. Según este grupo, Clinton estaba cometiendo errores serios que colocaban a EEUU en grave vulnerabilidad ante amenazas como el terrorismo y los regímenes hostiles (Rogue Regimes) o canallas. Era indispensable recuperar el nivel de presupuesto militar y atender estos severos riesgos a la seguridad nacional estadounidense. Visto así, parecería que los ataques del 9/11, cuatro años después y una vez posicionados políticamente, les venían como anillo al dedo.
Pero no se trata de un asunto exclusivamente político. La catalización de la política exterior de la administración Bush se detona también a partir de los elementos psicológicos que hemos señalado: era indispensable proveer a su población de un grado de seguridad (o al menos la percepción de la misma) para poder demostrar que Estados Unidos seguía siendo la máxima potencia y que no toleraría la vulneración de sus fronteras por agentes hostiles. En ese sentido se requería encontrar cara al enemigo difuso. Y la cara estaba precisamente en otros estados nacionales, contrapartes que en su caso (en el discurso de Bush), apoyaban a actores terroristas y constituían la misma amenaza que éstos. Tan terroristas eran las organizaciones como los estados que las apoyaban o que las toleraban.
Se introducen de este modo dos conceptos centrales en la doctrina Bush: (a) la facultad auto-adjudicada por EEUU para atacar de manera preventiva cualquier estado que represente un riesgo para la seguridad nacional estadounidense; y (b) la incorporación de la moral en temas de política externa. Los buenos y los malos. O estás con nosotros, o te considero de manera automática amigo del terror. El Eje del Mal se nombra con todo y apellido. Pelear en contra de ellos era librar la “guerra justa”. Se diseña así la estrategia que habría de llevar a la máxima potencia a esas aventuras de las que aún hoy no sale bien librada.
Desde esta visión, el terrorismo, una guerra de carácter psicológico, se termina combatiendo en el mundo material con aviones y tanques. La invasión a Afganistán destruyó buena parte de la infraestructura de Al Qaeda pero no consiguió eliminar el peligro terrorista ni la nueva versión con la que Al Qaeda sigue amenazando al mundo. En cambio, Afganistán es hoy un estado sin capacidad de ejercer el monopolio de la coerción y por tanto, sin la posibilidad de garantizar la seguridad y estabilidad a sus ciudadanos. Irak fue un fracaso desde donde se quiera mirar. Nunca se pudo demostrar la liga entre Hussein y los atentados terroristas. Ni siquiera la presencia de armas de destrucción masiva. Por contraparte, Irak padece hoy los efectos del terrorismo quizás como ninguna otra nación del planeta. Obama intentó, o dijo intentar cambiar las cosas, pero las trampas en las que se halla metido no le permiten el margen de maniobra que en todo caso requeriría.
Los retos para la política exterior estadounidense son quizás ahora mucho más grandes que los que existían en el 2001, y con una capacidad de ejercer sus acciones mucho más limitada.
La política interna, las libertades civiles, el Patriot Act y la seguridad de casa
“Considere el ejemplo del caso de Brandon Mayfield, un abogado de Portland que fue encerrado como terrorista sospechoso por el atentado en los trenes de Madrid. Mayfield, un converso al Islam y activista por los derechos civiles, fue detenido durante tres semanas después de que el FBI erróneamente identificara sus huellas digitales como las mismas encontradas en una maleta de detonadores ligada al ataque. Mayfield, quien era inocente, fue liberado. Su caso fue investigado por el inspector general del Departamento de Justicia como un abuso posible del Patriot Act”. (Strossen, 2005, p.7)
Poderes excesivos, permisos para ejercer espionaje en ciudadanos norteamericanos (y por supuesto extranjeros), amenazas a los valores y libertades civiles, y sobre todo la premura en su aprobación, son solo algunas de las críticas que se hacen al acta Patriótica. El terrorismo no es un crimen común, dicen quienes la defienden, y por tanto, no puede ser procesado por medio de leyes comunes. Legislaciones como ésta introducen la posibilidad de juzgar a alguien por crímenes futuros, hechos aún no sucedidos, ya que si no se previenen, según se indica, el daño que se puede sufrir es inaceptable. El Patriot Act de hecho no es el primero en su género, sino un eslabón más en una larga cadena en la que los estadounidenses han estado dispuestos a sacrificar libertades civiles en favor de su seguridad.
Partiendo, sin embargo de lo que hemos establecido, la victoria del terrorismo por sobre la mente de una sociedad se concreta cuando el pánico y el miedo se transforman en encono y agresión. La sociedad estadounidense de este modo permitía que el Gran Hermano vigilante, con la ley en la mano y bajo la costosa burocracia del Departamento de Seguridad Interna (DHS), recuperara la certidumbre en casa, aunque fuese por la fuerza. Era indispensable garantizar a la gente si no que el problema estaba completamente controlado, al menos la percepción de que se trabajaba con eficiencia en ese sentido.
Algunos autores malpensados como Zimbardo (2007), no obstante, demostraron a través de estudios cuidadosamente diseñados, que la reelección de Bush se debía principalmente al manejo político de las alertas terroristas, y del discurso del miedo colectivo. Cada vez que la popularidad del presidente bajaba, se emitía una alerta de “inminente riesgo terrorista”. La gente, psicológicamente golpeada, es capaz hasta de reelegir a Bush si es que su seguridad se encuentra en riesgo.
Es así como los aspectos anteriores entrañaban no solo costos a la posición de EEUU en la política internacional, sino costos económicos que se tradujeron en un dólar de menor valor y un gobierno menos capaz de enfrentar sus pagos. Al mismo tiempo, sin embargo, y por desgracia, el terrorismo fue hábil en mutar y transformarse en algo con la sostenida capacidad de ejercer daños irreparables en la población de muchos países del planeta. Estos son los temas que veremos mañana en la parte III y última de este especial.
Por ahora, en Twitter: @maurimm
lunes, 12 de septiembre de 2011
Fundamentos de esperanza - Xavier Zubiri e Ignacio de Loyola
El presente documento lo presentó Fernándo Fenández Font sj el pasado miércoles 7 de septiembre en la Universidad Loyola del Pacífico a fin de tratar el tema de la Dimensión trascendente de la realidad desde la perspectiva de Ignacio de Loyola y Xavier Zubiri. El título más sugerente que nos vino a la mente fue: Fundamentos de esperanza, Zubiri y San Ignacio; Sobre la realidad y su trascendencia
Fundamentos de esperanza - Xavier Zubiri e Ignacio de Loyola
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