Fuente: religión Digital
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"Hoy hay menos profetas, y ha empeorado la honradez con lo real"
Ellacu: Es una ficción escribirte, pero quizás de este modo
nos digamos a nosotros mismos cosas que pueden ser importantes. Y con
ello también quisiera
ambientar un poco el aniversario de su martirio. Te voy a hablar de tres cosas de actualidad, tal como las veo, que tienen que ver con lo que tú fuiste y dijiste.
1.
El "siempre" del pueblo crucificado. Ya no se habla mucho de "pueblos crucificados" como lo hiciste tú y
Monseñor Romero,
llegando a esa genial formulación, creo que independientemente el uno
del otro, y guiados del mismo espíritu salvadoreño y cristiano. Y menos
aún se insiste en que ese pueblo crucificado es "siempre" el signo de
los tiempos como lo escribiste en el exilio de Madrid. La razón para ese
silencio no es que vuelva a estar en voga el pensamiento utópico de
Ernst Bloch, filósofo, o de Teilhard de Chardin, teólogo.
Tampoco es que el mundo esté mejorando, pues sigue gravemente enfermo, como dijiste en tu último discurso. Creo que la razón es que
hoy hay menos profetas y que ha empeorado la honradez con lo real. Hablar del "siempre" no solo no es políticamente correcto, sino que es locura impensable. Pero no hay que darle vueltas.
Siguen existiendo Haití y Somalia,
y entre nosotros se ha propagado una nueva epidemia: el homicidio. De
12 a 15 asesinatos diarios en los últimos años. Es la enfermedad que
produce más muertes. Lo light ha avanzado mucho en el modo de pensar y
lo políticamente correcto se ha apoderado del lenguaje:
"vulnerabilidad", "los menos favorecidos", "países en vías de
desarrollo". Nada suena mal.
Por ello, mencionar el "siempre" del pueblo crucificado parece ser
cosa de masoquistas irredentos. Pero no es así. En el país siempre
llueve cada año, y siempre hay torrentes, destrucción y muerte. Pero
también siempre son los mismos los que sufren las consecuencias, los que
viven en quebradas, en champas y casas pobres. La pregunta de
Gustavo Gutiérrez sigue siendo la pregunta fundamental: "
¿dónde dormirán los pobres?".
Hay pueblos depredados como el Congo, pueblos ignorados como Haití,
pueblos inundados, como los nuestros... Siguen siendo el pueblo
crucificado.
¿Y los ricos y poderosos? Siempre sufren algunos daños, pero
casi siempre los superan sin mucho costo. Y nada digamos de las crisis
financieras. Se invierten miles de millones de dólares o euros para que
no se hunda el sistema. El pueblo crucificado no da la vida por
supuesto, pero los pueblos ricos sí, y además tienen la profunda
convicción de ser los elegidos: dan por supuesto la vida, y están
convencidos de que el buen vivir les es debido. Si a ellos les ocurre
algo grave elevan la realidad a escándalo metafísico. Pero si ocurren
cosas mucho más graves en África o en el Bajo Lempa, no hay tal
escándalo. Pertenece al existencial histórico de haber nacido pobres. Es
el "siempre" del pecado.
Pero quiero añadir, Ellacu, e insistir, en que hay también otro
"siempre". Hay mucha gente honrada que trabaja para que "el pueblo
inundado" -hablamos de El Salvador- no acabe muriendo como "pueblo
desplazado" o como "pueblo ahogado".
La entrega y la bondad también tienen su "siempre". Es el siempre de la gracia.
Y a veces surge un
Dean Brackley. Cuando le dicen que muchos
rezan por él, contesta con toda sencillez: "Recen por los que tienen
cáncer y no pueden tener la atención médica que yo tengo. Y recen por
los que estos días se han quedado sin casa y sin comida". Volveremos a
Dean.
2.
"Qué hacer con los buenos". La pregunta puede extrañar, pero se me ha impuesto, debido al revuelo que ha causado la
audiencia de Madrid. Trabajar para
que se juzgue a los responsables últimos de tantos asesinatos en este país,
los de ustedes y los de dos mujeres inocentes, es cosa muy buena y muy
necesaria. Puede traer muchos bienes. Puede ser una gran ayuda, y muy
necesaria, para que se acabe, o disminuya, la impunidad.
Por cierto, no ha salido en las noticias, pero mucho nos hemos
alegrado de que los militares argentinos que en 1976 ordenaron el
asesinato del
obispo Enrique Angelelli, vayan a ser juzgados 35
años después. Es un ejemplo, poco extendido, de que la verdad puede
triunfar sobre la mentira y el encubrimiento, que tienen millones de
dólares y armas sofisticadas a su servicio; que la justicia puede
triunfar sobre la crueldad y la vileza; que la civilización de la
impunidad, muy afín a la civilización de la riqueza contra la que nos
advertiste tercamente hasta el final, se vea un poco frenada. Con el
juicio de los militares argentinos no desaparecen todos los males, y el
mundo del capital, aun con algunos avances y algo de democracia, sigue
produciendo víctimas impunemente. Y ha conseguido crear una civilización
de encubrimiento, aunque siempre hay quien lo desenmascara de diversas
formas: obispos como Casaldáliga, "los indignados"... Esperamos que la
audiencia de Madrid tenga éxito, y que en El Salvador ocurra lo de
Argentina, aunque, evidentemente, hay fuerzas poderosísimas que están en
contra de que eso ocurra.
En esta situación, me ha venido a la mente una pregunta que puede
parecer rara. Dicho con sencillez, parece que sabemos qué hacer "con los
malos", de modo que nuestro proceder con ellos produzca bienes, por
supuesto: instaurar verdad y justicia en el país, llegar a ofrecer
perdón -aunque más difícil que perdonar es dejarse perdonar. Y hay gente
muy buena que trabaja por ello.
También sabemos, al menos en principio,
qué hacer con las víctimas: lo que Puebla dice que Dios hace con los pobres, "tomar su defensa y amarlos".
Y estas no son, en absoluto, palabras inocentes, pues tomar su defensa
supone inevitablemente entrar en graves conflictos con quienes los
oprimen. Significa entrar "en la lucha por la justicia", "la lucha
crucial de nuestro tiempo", como dijola Congregación General XXXII. No
muchos lo hacen, pero la idea queda clara
Pero ¿sabemos qué hacer "con los buenos", con los santos?
Ciertamente, ponerlos a producir, aprender de ellos, sus ideas y
convicciones, sus modos de actuar... Y agradecerles. Es lo que solemos
decir y procuramos hacer.
¿Pero nos planteamos de verdad qué hacer con ellos? Estos días nos
topamos con la pregunta de qué hacer con Dean Brackley. Hemos velado y
acompañado su cadáver. El amor y el agradecimiento se han desbordado,
con lágrimas y gozo, en muchas celebraciones, en el cementerio.
Pero me queda el desasosiego de saber bien qué hacer con Dean, con Monseñor Romero, con gente como ustedes.
Con Jesús de Nazaret. La respuesta es sencilla: ser como ellos, seguirlos en su hacer y en su ser, imitarlos, historizadamente,
como tú decías. En definitiva, dejarnos afectar por "los buenos" y los
santos en nuestro hacer. Y más profundamente todavía en nuestro ser.
Entiéndeme bien, Ellacu. Bueno y necesario es saber reaccionar ante
lo que hacen "los malos", y actuar adecuadamente con ellos. Bastantes
personas e instituciones lo hacen. Pero creo que debemos avanzar en
reaccionar como es debido ante "los buenos", intentando ser como ellos.
Difícil, si. Pero necesario para humanizar este mundo. Y también esta
iglesia.
3. Dean Brackley. Ellacu, estas palabras te sonarán. "Con Dean
Brackley Dios pasó entre nosotros". Pienso que no hay mayor confesión
de fe que afirmar que Dios sigue pasando por nuestro mundo. Es la fe que
más me llena. Y como Dios se hace presente en seres humanos, ellas y
ellos, jóvenes y viejos, salvadoreños y norteamericanos, mártires y
confesores, como se decía antes, el misterio se desdobla de muchas
formas, convergentes, y así es un misterio mayor. Dios pasó con Monseñor
y Dios pasó con Dean.
En los muchos testimonios de esta Carta a las Iglesias -Amor y
Testimonios lo titulamos- se narra ese paso de Dios. Elijo solo uno, el
de la doctora Miny: "Dean, I love you so much... for ever". Es lenguaje
bello y de eternidad. Lenguaje que remite a Misterio. También Dean,
semanas antes de morir, habló en su testamento del paso de Dios, en él,
con gran humildad, sencillez y lucidez. Ahora, en otro lenguaje, más
conceptual, pero espero que comprensible, quiero hablarte de Dean ante
Dios y de Dean con Dios.
Lo primero es que Dean murió empapado de Dios. Así lo veo, aunque en
ese misterio solo se puede entrar de puntillas. En su último libro
cuenta Dean sus problemas con Dios, sus épocas de agnosticismo, que no
fue cosa de poca monta. Me recordó unas palabras tuyas de junio de 1969
que he citado muchas veces: "
Rahner lleva con elegancia sus dudas de fe",
y pensé que algo semejante te ocurría a ti. Pero a lo largo del libro,
Dean ofrece su propia fe, honda y sencilla, y muy real. Y los lectores
quedan sorprendidos al leer el prólogo escrito por la encargada de la
editorial para juzgar sobre la calidad del libro. Se reconoce agnóstica,
sin que el asunto de Dios le preocupe gran cosa. Pero confiesa que,
leyendo el texto, su interés profesional se convirtió en interés
existencial, personal.
El texto le llevó a Dios, y Dean la
bautizó un año después. Luchando con Dios, como Jacob, o dejándose
seducir por Dios, como Jeremías, Dean llegó a Dios. Y quedó empapado de
Dios.
En ese proceso Dean confiesa con inmensa gratitud que se encontró con
los pobres. Cuántas veces escribiste, Ellacu, que los pobres son el
lugar del evangelio y el lugar de Dios. Y también recuerdo las palabras
de Porfirio Miranda: "El problema no es buscar a Dios, sino buscarlo
allá donde El dijo que estaba. En los pobres". Es cierto que no siempre
se encuentra a Dios, aun estando entre los pobres, pues entre ellos y
trabajando por ellos, hay agnósticos que son espléndidos seres humanos, y
siguen siendo agnósticos. Pero en la mejor tradición de Jesús, el Dios
que se encuentra entre los pobres tiene un sabor especial. Pienso que la
misericordia se puede hacer más delicada, la justicia más firme, la
verdad más sin componendas y la fidelidad más sin medir los costos.
El Dean empapado de Dios fue un ejemplo notable de interesarse por
todas y cada una de las personas con quienes convivió y a quienes buscó.
Todas y cada una de ellas, compañeros jesuitas, familiares, feligreses
de Jayaque y dela UCA, amigos y amigas, salvadoreños, norteamericanos y
europeos, y por supuesto los desheredados y pequeños, tenían un nombre
muy concreto para él. Cada uno era inintercambiable con otros. Eso hizo
que su servicio fuese de gran finura. Y me recuerda al Jesús que conocía
a todas sus ovejas por sus nombres.
Y su Dios fue, de verdad, el de la creación. No por moda, algunas de
las cuales son muy buenas, Dean puso gran interés en la mujer y el
feminismo, en el ecumenismo, y era muy amigo de gente de otras iglesias,
en la ecología, y creo que hasta en las causas indígenas. Los
argumentos fundamentales no eran categoriales, ni tomados de normas de
la jerarquía ni de la doctrina social. Creo que para Dean el gran
argumento era que Dios es un Dios de todos.
Dean me ha recordado unas palabras de Monseñor Romero que he citado
muchas veces. Son del10 de febrero de 1980, en medio de la barbarie que
reinaba en el país. Dijo Monseñor. "¡Quien me diera, queridos hermanos,
que el fruto de esta predicación fuera que cada uno de nosotros fuéramos
a encontrarnos con Dios y que viviéramos la alegría de su majestad y de
nuestra pequeñez!".
Para Monseñor Romero Dios no empequeñecía al hombre, pero para el hombre era bueno empequeñecerse ante Dios.
Esto me recuerda a Dean. Nunca pensó que era grande. Nunca se puso en
primer lugar, ni hablaba de sí mismo cuando las cosas salían bien -"ha
sido un éxito"- aunque las hubiera hecho él. Simplemente, se alegraba
del bien. Me recordaba a Pablo en su carta a los Corintios: "El amor es
paciente, es afable, el amor no tiene envidia, no se jacta ni se engríe,
disculpa siempre, se fía siempre, espera siempre, aguanta siempre". En
esto Dean me recordaba al
gran Padre Arrupe. Creo que siempre
pensó en los demás antes que en sí mismo. Nunca se preocupó de que
reconocieran lo bueno que hacía. No es frecuente, y por eso sorprende e
impacta. Y ayuda también a desabsolutizarnos y a vivir con alegría
nuestra pequeñez ante Dios, como decía Monseñor
Una ultima reflexión. Ellacu, Dean no murió mártir como ustedes, pero
sus últimos meses fueron un martirio, de cuerpo por los sufrimientos de
un cáncer de páncreas muy doloroso, y de alma cuando le asaltaban
miedos, sentirse solo, que no le recordasen. No murió crucificado, pero
vivió hasta el final participando activamente en las cruces de este
mundo. Trabajó con poder, es decir, con fuerza y energía, para bajarlos
de la cruz. Y murió con amor silente e indefenso. Como el Dios
crucificado.
Las últimas palabras de Dean son palabras de gratitud, a fondo
perdido, sin poder poner pie en tierra firme. Pero la gratitud vive de
otros y para otros, de Dios y para Dios. Los agradecidos pueden hacer
que la realidad sea gracia. Ellacu, si me permites la expresión -creo
que es un neologismo- los agradecidos pueden "buenear" la realidad. Es
lo que hizo Dean.
Ellacu, ya ves que, en medio de muchos males y a pesar de todo, estamos contentos.
Ustedes, Julia Elba y Celina, Jon Cortina y el padre Ibisate, ahora nuestro querido Dean Brackley, han estado con nosotros. Y con ustedes Dios ha estado con nosotros. No se puede pedir más.