Pensar es más interesante que saber, pero menos interesante que mirar.
Johann Wolfgang Goethe

martes, 8 de noviembre de 2011

La crisis de la política liberal - Rubén Martín

Publicado el 7 de noviembre en El Economista Fuente: http://bit.ly/u6JKCU Dos cosas ha dejado en claro el movimiento mundial de protesta conocido como indignado u Ocupa Wall Street: su crítica al sistema económico capitalista y la profunda insatisfacción que hay con el sistema político liberal imperante en el mundo. No hace falta tener en México plazas públicas tomadas (la protesta social se manifiesta de otros modos) para concluir que también aquí hay una profunda insatisfacción con el sistema político. Esta insatisfacción aflora por diversos cauces: el alto abstencionismo que caracteriza los procesos electorales (Felipe Calderón está en el poder con el voto de menos de 15 por ciento de los mexicanos), llamar a anular el voto como medida de castigo a partidos y candidatos, la irritación que existe en contra de la clase política y sus abusos, el desapego a las normas y la creciente desafección al sistema político. No son nada más percepciones. En México somos mayoría quienes nos sentimos insatisfechos con el actual sistema político. Así lo confirma la más reciente entrega del estudio que año con año realiza la corporación Latinobarómetro [http://www.latinobarometro.org/latino/latinobarometro.jsp] sobre el estado y la calidad de la democracia liberal en América Latina. De acuerdo con el más reciente estudio de Latinobarómetro (institución con sede en Chile que desde 1995 mide en América Latina la satisfacción con la democracia en la región), México es uno de los dos países de América Latina menos satisfecho con la democracia, junto con Guatemala. En 2011, 39 por ciento de los latinoamericanos manifestó satisfacción con la democracia. La cifra bajó a 23 por ciento en México. Aunque 55 por ciento de los mexicanos sigue considerando a la democracia como la mejor forma de gobierno, el respaldo a este sistema político ha ido menguando puesto que en 2003 era de 71 por ciento. En ocho años bajó 16 por ciento el porcentaje de mexicanos que considera a la democracia como el mejor sistema de gobierno; en contrate con el conjunto de América Latina que aumentó 8 por ciento en el mismo periodo. Más datos de Latinobarómetro 2011: la mitad de los mexicanos no consideran relevante ni al Congreso (47 por ciento) ni a los partidos (50 por ciento) para el funcionamiento de la democracia. Como decimos coloquialmente los mexicanos: la burra no era arisca. Resulta que 83 por ciento de los mexicanos cree que no se gobierna para bien del pueblo (el promedio en América Latina es de 74 por ciento); además sólo uno de tres mexicanos siente que el Estado en México ha hecho algo por él o por su familia. La falta de confianza hacia el Estado en México es patente: una mayoría duda de las capacidades del Estado para resolver los problemas de delincuencia (61 por ciento), del narcotráfico (65 por ciento) o de la corrupción (66 por ciento). México encabeza la lista de las naciones en las que sus ciudadanos perciben o viven con mayor inseguridad: 42 por ciento de los mexicanos respondieron que han sido víctimas de un delito en este año, contra 33 por ciento en toda América Latina. Además, hay una convicción de que la distribución de la riqueza no es justa; así lo consideran 80 por ciento de los latinoamericanos y 85 por ciento de los mexicanos. De ahí que no sea extraño que una buena parte de los mexicanos considere justificado no pagar impuestos. Según Latinobarómetro, México es el país que tiene la más alta justificación para no contribuir al fisco. En resumen, los datos para América Latina y México desnudan a la democracia y a la política liberal. Existe la percepción de que el actual sistema político no es capaz de procesar las demandas, de llevar a cabo las mediaciones políticas y de resolver los problemas fundamentales de la gente. Más allá de las percepciones y los números, vemos a un sistema político rebasado tanto por las contradicciones entre la clase política profesional, como por la insatisfacción de la sociedad por los resultados que ofrece el Estado. El actual sistema político liberal, basado en el sistema de representación mediante elecciones y partidos, está agotado. Es necesario explorar y pensar nuevas formas de hacer política que configuren un nuevo sistema político más allá del Estado y del capital

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