Pensar es más interesante que saber, pero menos interesante que mirar.
Johann Wolfgang Goethe

domingo, 27 de febrero de 2011

La Rebelión Norafricana - Ernesto Camou Heal

26 de febrero de 2011 en EL IMPARCIAL de Hermosillo, Sonora


 
Ha sido una sorpresa la celeridad con que los habitantes del norte de África se han levantado en contra de sus gobiernos, al grado de que en al menos dos de ellos, Túnez y Egipto, depusieron a líderes que tenían décadas de gobernar, con mano dura sería conveniente señalar.
En menos de dos meses se han producido varios levantamientos populares, y sorprende la unanimidad de la población en contra de quienes lograron mantener control del estado por mucho tiempo. Las preguntas son ¿qué pasó y por qué?
En Túnez, el 17 de diciembre pasado la policía hostigó y golpeó a un vendedor de frutas callejero, un joven con estudios universitarios que sólo podía ganarse la vida vendiendo manzanas en la calle. Su ira lo llevó a prenderse fuego como protesta contra el régimen. Falleció el cuatro de enero y el pueblo tunecino inició una serie de reclamos que se generalizaron y lograron que el presidente, el General Zine el-Abidine Ben Ali, en el poder desde 1987, renunciara y huyera hacia Arabia Saudita el 14 de enero, menos de un mes después de la inmolación del joven Mohamed Bouazizi.
Lo interesante es que el ejemplo tunecino cundió, el “sí se puede” se repitió en francés, árabe, bereber y otras lenguas por toda la región. El 25 de enero se realizó la primer demostración pública en El Cairo, en la Plaza Tahir, y pese a la represión del régimen, continuaron hasta que, sólo 17 días después Hosni Mubarak, el presidente por 30 años, hubo de renunciar.
En Yemen, en el sur de la península arábiga, el 11 de febrero se iniciaron las críticas en contra de Alí Abdullah Saleh, presidente por 32 años. El país es una nación pobre y dividida, pues sólo hasta 1990 se unificaron Yemen del Norte y Yemen del Sur; la represión desatada resquebrajó la unidad del congreso, al grado de que nueve legisladores han renunciado a su partido, y están formando un bloque opositor inédito al presidente.
En Baharain, un reino insular situado en el Mar Rojo, los mítines iniciaron el 14 de febrero y pidieron más apertura y una reforma democrática. El rey desde 1999, Hamad ibn Isa Al Khalifah, aliado de los Estados Unidos, ha prometido ciertos cambios y más libertades, pero el descontento continúa. Bahrain es un país relativamente rico y relajado, y se considera que saldrá del brete si la familia Al Khalifa, los monarcas hereditarios, logra un equilibrio a base de reformas y control político.
El contagio ha afectado a otros países de la región, a Kwait y Jordania; pero donde la situación se ha tornó dramática es en Libia, donde por 42 años ha gobernado con mano de hierro, el coronel Muammar al Gaddafi, que accedió al poder tras la rebelión que depuso al rey Idris I, en 1969.
Gaddafi instauró un gobierno que se proclamó socialista y logró, no hay que escatimar méritos, que Libia tuviera la esperanza de vida y el mayor producto per cápita de África; pero su mando ha sido absolutamente personal y autocrático, no ha creado instituciones sólidas, se ha caracterizado por el castigo a los opositores y por sostener una versión del islam mezclado con ideas socialistas, más un paternalismo represor, riguroso y severo.
En Libia las protestas iniciaron el 16 de febrero; muy pronto se respondió con violencia, y las muertes se escalaron. Pero el ejército ha ido perdiendo elementos que se pasan a la oposición asqueados por la orden de atacar a sus compatriotas. Parece ser que Gaddafi ya no controla el oriente de Libia, y está perdiendo terreno en el poniente, donde está la capital, Trípoli, su principal bastión. Se asegura que es sólo cuestión de días para que caiga su gobierno…
En menos de diez semanas el mundo ha sido testigo de un descontento contagioso en el norte africano. Ya han caído dos líderes, en Túnez y Egipto, y se prevé el derrumbe de un tercero, en Libia; en otros países se hace evidente la necesidad de reformas. ¿Cuál es la raíz del descontento y qué explica la rapidez y la unanimidad de estos pueblos?
Por una parte, es necesario postular una historia y un sustrato cultural comunes: todos comparten mayorías musulmanas, y en el poniente una etnicidad original, la bereber, que fue convertida al islam desde el siglo octavo. Hay una cierta conciencia compartida sobre el origen común. Eso facilita la propagación del descontento, que tiene su raíz en regímenes despóticos y unipersonales, además de vetustos.
Pero la rapidez se puede explicar por la radio y la televisión globalizados que esparcen en tiempo real las noticias y los rumores de los países vecinos. Si a ello se añade el uso de las redes sociales, Twitter, Facebook y otros, se comprende cómo fue posible un acuerdo popular en el descontento, y las convocatorias a mítines y protestas que se respaldaban en instrumentos novedosos de comunicación, sobre todo entre las juventudes.
Pero el futuro parece complicado: si hay anhelos de democracia, también hay grupos numerosos que postulan la necesidad de implantar políticas sustentadas en el fundamentalismo musulmán. La pregunta está en el aire: ¿se modernizará y hará más democrático el Norte de África, o se instaurarán gobiernos controlados por los Imanes en obediencia a una interpretación de la Sharía, ley islámica, estricta y anacrónica?

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